Por Martín Díaz / La Nube
El alcalde de Reynosa Carlos Peña no es un político común; es un caso de estudio. Su currículum incluye un récord sin precedentes: cuatro actas de nacimiento. No hablamos de erratas menores o correcciones rutinarias del Registro Civil. Son documentos totalmente distintos, que en algunos casos lo sitúan como nacido en México y, en otros, en Estados Unidos.
Esta pluralidad de identidades genera un sinfín de preguntas sin respuesta oficial: ¿Con cuál de estas actas se registró para votar? ¿Cuál usó para firmar documentos públicos, tramitar su pasaporte, o para postularse y servir al frente del DIF municipal y, posteriormente, como alcalde? La falta de claridad oficial sobre este punto es, en sí misma, una anomalía flagrante.
En cualquier país donde el Estado de derecho se respete, esta situación sería motivo inmediato para una investigación a fondo por falsedad de declaraciones, usurpación de identidad o ejercicio indebido del servicio público. Pero esto es México, donde el poder, especialmente cuando se viste de guinda, tiene la capacidad de extender un manto protector casi impenetrable.
El Escudo del Amparo: Una Defensa con Fecha de Caducidad
La estrategia legal de Carlos Victor Roberto Peña Ortiz (como dice una de sus actas) se resume en una palabra: amparo. Más de veinte, para ser precisos. Veinte intentos legales para detener órdenes de aprehensión, citatorios, congelamientos de cuentas y cualquier acción que amenace con acercarlo a la justicia. Estos amparos, en el contexto mexicano, han funcionado como un blindaje de facto, una especie de inmunidad paralela. Sin embargo, este escudo es efectivo solo dentro de nuestras fronteras.
Del otro lado del Río Bravo, la historia es radicalmente diferente. Estados Unidos no reconoce el concepto de «amparo» a la manera mexicana. Allá, no se puede presentar una suspensión provisional ante un juez de distrito para evitar ser investigado por fraude, evasión fiscal o uso de documentos falsos. En la Unión Americana, lo que prevalece es la ley. Y esa ley es contundente: mentir a una autoridad federal, usar múltiples identidades o ingresar al país con documentación fraudulenta es un delito grave.
La Pregunta Que Atraviesa la Frontera
La incógnita que hoy flota en el aire, y que tarde o temprano deberá ser respondida, es crucial: ¿Con cuál de sus actas entró el alcalde de Reynosa a Estados Unidos? ¿Con la que lo declara nacido en territorio estadounidense? ¿O con una de las mexicanas?
Si, por conveniencia, ha utilizado distintas versiones de su identidad en cada lado de la frontera, el problema ya no es meramente político; es penal. Si mintió en un formulario migratorio, si ocultó su verdadera identidad, o si se benefició de documentos falsos para obtener una visa, residencia o incluso ciudadanía, el alcalde estará, sin duda, en la mira de las agencias de seguridad norteamericanas.
Y en ese terreno, ningún amparo mexicano tiene validez. No existe juez federal en Tamaulipas que pueda detener una orden de arresto emitida en Texas. La justicia estadounidense ha demostrado en múltiples ocasiones que no tiene contemplaciones con políticos mexicanos que asumen que las reglas solo se aplican cuando les conviene. Las investigaciones de las autoridades de EE. UU. no anuncian su llegada; simplemente actúan y castigan a los delincuentes.
¿Quién Actuará Primero?
La única pregunta que queda por responder es: ¿quién será el primero en actuar?
¿Será la justicia mexicana, que hasta ahora lo ha protegido con más de veinte amparos frente a denuncias y órdenes de aprehensión vigentes?
¿O serán las autoridades de Estados Unidos, donde mentir en un documento oficial no se resuelve con un juez «a modo», sino con una celda federal?
Es fundamental recordar que lo que lo convierte en presunto delincuente no es el uso del amparo, sino los delitos que busca frenar con él: falsedad de declaraciones, uso de documentos contradictorios y un posible fraude migratorio.
Hoy, el alcalde de Reynosa es más que un político con cuatro actas de nacimiento. Es un funcionario con procesos abiertos en México y una sombra legal que ya cruzó la frontera. Y tarde o temprano, alguien —aquí o allá— tendrá que dejar de protegerlo y empezar a procesarlo.