Martín Díaz / La Nube
En Reynosa, las redes sociales se han convertido en el escaparate favorito de los políticos. Ahí, donde todo se mide en likes y comentarios, es fácil confundir la popularidad con la aprobación real. Y en esa carrera por lucirse, Carlos Peña, alcalde de Reynosa, nos acaba de regalar una de esas imágenes que dejan claro cuánto hace falta oficio político y, sobre todo, sensibilidad.
La escena es simple, pero incómoda: el alcalde entrega un balón de fútbol a un niño en silla de ruedas. Una foto que, seguramente, su equipo pensó que sería «entrañable». Porque claro, ¿quién no se conmueve al ver a un político «cercano» a los más vulnerables? El problema es que la fotografía no es entrañable, es una burla involuntaria que duele.
¿De verdad alguien en el entorno del alcalde creyó que esto sería una buena idea? ¿Pensaron en lo que sentiría el niño al recibir un balón que probablemente nunca podrá usar? No, claro que no. Pensaron en la foto, en la narrativa fácil de “miren qué generoso y empático soy”.
Las redes sociales hicieron lo suyo: críticas por todos lados. Pero en lugar de asumir el error, Carlos Peña decidió pelear. Sí, en vez de disculparse, explicar o, al menos, guardar silencio, se lanzó a debatir con los usuarios. Un acto que, más que defensa, se siente como un “berrinche” de quien no soporta el escrutinio público.
Esto no es solo un desliz, es un reflejo del vacío en el que algunos políticos operan. Carlos Peña y su equipo confundieron empatía con espectáculo y dejaron claro que en su lista de prioridades no está la dignidad de los ciudadanos, sino el impacto de una publicación.
El niño en la silla de ruedas merecía algo más que un balón y una foto que lo coloca como un adorno. Merecía respeto, atención, y un gesto que de verdad hiciera la diferencia en su vida.
Reynosa tiene problemas mucho más serios que la imagen del alcalde en redes sociales. Pero cuando lo que importa es ganar likes y evitar críticas, parece que el mensaje es claro: la política no es para servir, es para posar. Qué lástima. Qué vergüenza.