Martín Díaz / La Nube
Río Bravo, Tam. – La gestión pública en Río Bravo se ha transformado en un concurso de redes sociales digno de la tómbola más audaz de Morena. El alcalde Panista Miguel Angel Almaraz Maldonado, con un estilo que ya supera la ocurrencia, ha decidido someter a votación popular vía online las obras municipales, pasando por encima de la autoridad del Cabildo y asumiendo funciones que no le competen. Esto, a todas luces, es una burla a la institucionalidad y una preocupante muestra de cómo las obras se asignan «por los suyos», bajo una lógica más de capricho que de planeación.
Si bien es innegable que las obras en curso son necesarias para el municipio, la forma en que se deciden las futuras construcciones abona al caos en la planeación urbana y vial. Construir sin un ordenamiento claro es garantizar futuros problemas y una inversión que, lejos de optimizar recursos, podría generar más conflictos que soluciones a largo plazo.
Este es apenas un ejemplo de la forma en que el alcalde, con un oscuro historial a cuestas, está gobernando. La situación se agrava por la complacencia del Gobierno de Morena en Tamaulipas, quienes son los garantes de la legalidad en los municipios. Esta permisividad alimenta las sospechas sobre la excelente relación que Almaraz mantiene con el Secretario de Gobierno, Héctor «El Calabazo» Villegas, un vínculo que parece otorgarle una patente de corso para operar al margen de la ley.
En Río Bravo, la transparencia brilla por su ausencia. Se desconoce el número de licitaciones realizadas, la existencia de un Comité de Compras, o si realmente hay un Plan de Desarrollo Municipal. Los regidores, que deberían ser el contrapeso democrático, parecen meros espectadores o, peor aún, ignorados en las decisiones que el alcalde toma unilateralmente, amparado en una confianza que emana de su presunta influencia con las autoridades estatales.
Manejar un municipio —con todo lo que implica el uso de recursos públicos— dista mucho de operar negocios particulares, sean chuecos o derechos, donde las decisiones las toma el jefe en turno, sin más regla que su antojo. Un ayuntamiento, en cambio, está obligado a rendir cuentas, a someterse al escrutinio de autoridades estatales y federales, de donde proviene gran parte de su financiamiento.
Quien alguna vez fue presentado como la promesa de lo poco que quedaba del PAN, ha terminado por confirmar su ignorancia en el manejo de la administración pública. Gobernar no es improvisar, ni capricho personal, ni ocurrencia de pasillo. Gobernar es cumplir con lo que establece el Código Municipal de Tamaulipas: planear, organizar, administrar con legalidad y con rumbo.
La ciudadanía de Río Bravo merece respuestas. Sería prudente conocer quién es el verdadero protector en el Estado de este alcalde «chiquito de estatura pero más chiquito en sus alcances» como líder de un municipio que merece respeto y una gestión a la altura de sus necesidades.