Por Martín Díaz / La Nube
En un video que se ha hecho viral a nivel nacional, una mujer fue captada agrediendo de manera brutal a una empleada de una taquería en Tampico, tras una presunta inconformidad por el servicio. Lo que comenzó como un intercambio de palabras terminó con la agresora ingresando al área de empleados, donde jaloneó del cabello a la trabajadora, en un acto de violencia que dejó atónitos a quienes presenciaron el incidente.
Usuarios de las redes sociales la identificaron como Sandra Cruz. Señalaron que se trata de una exdirectora de Tránsito de Ciudad Madero, quien trabajó bajo la administración del ahora diputado Adrián Oseguera, y que actualmente ostenta el cargo de directora de Inclusión en el gobierno del alcalde Erasmo González.
Es irónico, por no decir indignante, que una funcionaria encargada de promover la inclusión y el respeto a la diversidad deba ahora enfrentar las consecuencias de un comportamiento tan violento y deplorable. Este hecho no solo exhibe la falta de autocontrol de la funcionaria, sino que también pone en entredicho el discurso de un gobierno que se presume «cercano a la gente» y “humanista».
Los comentarios en redes no tardaron en sumar más leña al fuego: varias personas que al parecer estuvieron bajo su mando en el área de Tránsito se quejaron del trato déspota y agresivo que recibían de esta mujer.
Es urgente que el gobierno de Ciudad Madero y el alcalde Erasmo González tomen cartas en el asunto. No basta con deslindarse de su conducta; es necesario que esta «dama» enfrente las consecuencias legales de sus actos y sea separada de su cargo, si es que aún lo conserva. El mensaje debe ser claro: no hay lugar para servidores públicos que, con prepotencia y violencia, atropellen los derechos de los ciudadanos.
Este incidente es un recordatorio de que la transformación verdadera no se mide por discursos ni eslóganes, sino por las acciones de quienes nos representan. Si el brazo de la justicia no alcanza a esta funcionaria, quedará demostrado que la inclusión que tanto pregonan es solo un adorno retórico, vacío y, en este caso, profundamente hipócrita.