Martín Díaz / La Nube
En un mundo ideal, los jóvenes toman la batuta y nos enseñan cómo se hacen las cosas. La mañana del 7 de diciembre, en la sala de Cabildo de Ciudad Victoria, los integrantes del Cabildo de la Juventud Victorense se reunieron para analizar y elegir propuestas de política pública presentadas durante su primera sesión pública solemne. El ambiente fue ejemplar: orden, respeto y buena voluntad se respiraban en cada rincón, tres cualidades que los actuales regidores parecen haber olvidado en el cajón de sus escritorios.
¿Quién diría que un grupo de jóvenes, con todo y su supuesto «inexperiencia», podrían dar una cátedra de civilidad? Mientras tanto, el Cabildo oficial, encabezado por Lalo Gattás, sigue regalándonos episodios de desorden y promesas incumplidas que dejan más dudas que soluciones.
¿Y si mejor dejamos a estos jóvenes en el cargo? Al menos ellos escuchan, debaten con seriedad y proponen con verdadero interés. Algo que el actual gobierno de Victoria, sumido en la parálisis administrativa, no logra ni con asesores ni discursos repetitivos.
La ironía aquí es que lo que debería ser la regla—trabajar por el bienestar común—se ha vuelto la excepción. Y mientras los jóvenes sueñan con una ciudad mejor, los regidores se sumergen en pleitos partidistas y decisiones cuestionables que solo agravan los problemas de la capital.
Quizá no estaría mal tomarles la palabra a los jóvenes y dejar que, por una vez, la voz fresca y comprometida de la juventud marque el rumbo. Porque, viendo cómo van las cosas, no hay mucho que perder… y todo por ganar.