Por Martín Díaz / La Nube
Matamoros está quebrado. Y no es una exageración; es la cruda realidad que asfixia a la ciudad, legado de una administración que, bajo el mando de Mario López Hernández, dejó un agujero financiero obsceno. Las cifras hablan, y lo que dicen es devastador: más de 160 millones de pesos en pasivos directos, una montaña de facturas impagas a Telmex, Totalplay, convenios médicos y decenas de proveedores, que hoy estrangulan la operación municipal. El dinero, simple y llanamente, no está. Se esfumó bajo su gestión.
Las actuales autoridades de Matamoros lo admiten, casi con resignación: la prioridad no es el desarrollo, sino el saneamiento. Con más de 40 millones ya abonados, el tamaño del desastre financiero es tal que sigue siendo una carga estructural, un ancla que impide cualquier avance significativo. La ciudad, hoy, vive a cámara lenta, pagando los platos rotos de una administración anterior que se despacho con la cuchara grande..
Pero la deuda contable es solo la punta del iceberg de esta impunidad. La Auditoría Superior del Estado tiene en su lista negra a Mario López con 11 cuentas públicas sin solventar, sumando un total observado de 558 millones de pesos. Una radiografía de irregularidades que abarcan casi todas las dependencias municipales. Y aquí, un capítulo aparte merece la Junta de Aguas y Drenaje (JAD), donde las observaciones escalan a una cifra escalofriante, aunque debatida en su atribución directa: miles de millones de pesos presuntamente no justificados, un pozo sin fondo de desvío, simulación, contratos amañados y obras que nunca vieron la luz.
Uno esperaría, ante tal magnitud de señalamientos, un desfile de citatorios, denuncias penales y explicaciones públicas. Pero no. Mario López Hernández opera en el silencio. No ha sido convocado por la Contraloría, ni por la Fiscalía, ni por el Congreso. No ha dado entrevistas. No ha desmentido los montos. Simplemente, no dice nada. Y su silencio, queda claro, le conviene.
Hoy, Mario López no es un exalcalde bajo investigación. Es diputado federal del Partido Verde, postulado en alianza con Morena. Llegó a San Lázaro, al corazón de la soberanía nacional, envuelto en un manto de fuero. Desde su curul, vota, opina, se fotografía, inmune a las acusaciones que pesan sobre su gestión en Matamoros. Es el manual de la impunidad bien negociada, un caso vergonzoso de cómo el poder político puede convertirse en un escudo.
Las autoridades locales prometen auditorías externas, juran que el saqueo no quedará impune. Pero mientras Matamoros sigue quebrado, con un presupuesto 2025 hipotecado al pago de deudas, el desarrollo en pausa, y el responsable sigue en funciones, sin una inhabilitación, sin una denuncia penal, sin devolver un solo peso.
Mientras unos cargan con el lastre de una ciudad quebrada, otros se pasean impunes, protegidos por el poder y gozando el dinero que ser robaron del erario.
Así se gobierna en Tamaulipas. Así se protege a los que se van… con el dinero.